17 de octubre de 2016

TU ESCALERA VACÍA

Llego, al manantial en el que me retuerzo para escupir lágrimas de pequeñas sonrisas vertidas atrás. Para enfurecer terrones de tristeza de aquel esfuerzo por agradar. De rasguños por arrimar el hombro a quienes debo querer o ayudar. Todo estéril para una disparidad de olvidos, vacío y empujes invisibles a sus pupilas. Difícil apreciar el pan si sobra. Nadie pregunta quien lijó la silla donde durmieron sus sueños.
Recojo mis fichas de póquer escalón a escalón. Frente a camaradas que sonríen al ganar y disfrutan mi mala racha. Mi sombra se diluye entre la oscuridad y la niebla del tabaco. Mis huellas no dejan marca en su parqué. Mudo el empeño si no tiene contraste.
Y rompo. Plato tras plato, los que antes tuvieron, tuvimos. No me quedan defectos cuando no los desprecias. Ahora mi sangre se desparasita entre el abrazo de tu consuelo, entre el consuelo de tu abrazo.
Llueve tranquilidad, la siento bajo mis pies crujiendo la hojarasca de otoño. Eternamente la leo en el semblante de tu vigilancia preocupada. En la paciencia de tu tiempo si tocas mis entrañas.
El miedo camina lejos. Los bolsillos vacíos encuentran la paz. En tu vientre la fertilidad. Sobre el llano yermo nuestra casa de cristal. Y cubierto por el fuego del anochecer se baña la luna en la espuma del mar, en la sal de la duna.
En el desván un cencerro olvida jugar con el niño que fuimos y recuerda la flor que tus poemas sembraba. Para peinar mi confusión echo de menos tu reloj de arena o tu cepillo de plata. Los grillos que abandonaste me duermen con su nana incansable. A puerta gayola salen y entran cada demonio a su elección para quemarse poco a poco. Para hipnotizarme, hasta que el alba despierte.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

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