16 de mayo de 2016

NIÑEZ INOCENTE

Te acercas y acudes una y otra vez como una abeja acude a su panal. Tu piel viene sangrando la lucha, los desgarros de atravesar las espinas que te separan. Gastas al límite el decoro.
Y levantas escudos ante un alma desnuda, la que te embelesa. Es la tuya a la que temes. Te plantas en los brazos en medio del miedo a perder y la felicidad de sentirlos. Solicitas rendición, mientras marca distancia tu espada. Dudas entre la pureza o profanar ese vestido con excesos. Bajo mi lágrima te alejo. Entre tus pisadas, llenas la cafetera de tu alegría. La luz de tus ojos ha cambiado el ímpetu de tu destino. 

Tolérame en mi mundo y déjame mirar tu foto de aquél único día. Me engulle tu presencia.
Tu gesto enseña esta pleamar de sensaciones que sumergen mi paz sin perturbarla. Deslumbra aquella edad de plenitudes deseadas. Mantienes, las pulseras que marcan tu brazo y el dolor. Hechizos. Con el carácter en el semblante, pensativo, contenido, hermético. No he de encontrarte. Ni la causa que forja tu resistencia de decisión inflexible. Envidia provoca el mar acariciando tu pelo, el mío.
No preguntes mi descaro al acercarme. No Tengo respuesta. No hurgues en tu inquietud al descubrirme, está bien así. No deshojes mis velos. Son adecuados, justos. En esta tranquilidad de mi lejanía, en esa seguridad, la tuya. Acomodado, desaparecido, inexistente.


JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

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