19 de diciembre de 2015

OSADOS

Unos peces saltaban en el lecho seco del mar. El océano sesgado, el aire en calma. La ciudad pausada. Y tus sueños, no los encontré. ¡Dormías!
A los pies de la cama, tu sujetador se enredaba contra mi cinturón.
Me senté cerca, sobre tu colchón. Escuché tu respiración. Te alcancé. Te revolviste somnolienta ofreciéndote. Te rocé bajo el fino lienzo de algodón. Sentí. Dibujaste una pequeña sonrisa. Sabes que estaba acechándote, esperando. Tus ojos cerrados, deseosa de compartirnos. Guie mi caricia. Delicioso, palpar aquella curva, la concavidad perfecta. Toqué paciente, sabiendo que participabas en esta frescura. Arqueabas la cintura. Te adentraste en tus planetas de tacto de plumas, choques de trenes, llanuras tenaces y explosivos volcanes de luces y olor a pólvora de mascletá. Empuñaste la almohada, mordiste la comisura y por fin, tu torso se convulsionó y dormiste.
Una figura femenina nos observaba desde su habitación. Inmóvil, encontraba mi mirada. Sonrió. Soltó la cortina, abierta. Se acercó al cristal. Descubrió, para mí, la intimidad que tapaba su mano. Giró con lentitud hasta su espalda, su perfil, recreando el detalle. Guiñó el ojo, concediéndome observarla con intensidad. Hizo gestos. Quería verme, que me mostrara para ella. Aguantó junto a la ventana hasta el final. Rozó el vidrio frío y se erizó. Arranqué mi camisa. Pulsé la hebilla, dejé libre los pantalones.
Tentado entre dos mujeres. Durmiendo una, ofreciendo sus sentidos la otra. Ambas hermosas. Las dos para mí.
Abrí del todo los visillos a su atención. Bajé la cremallera. Me desvestí. Me ofrecí. Encendido, a punto de reventar. Me mostré. Retamos el ventanal, la figura. Ella se hacía sentir, imaginando que los suyos eran mis dedos. Vi como lamía sus yemas, las deslizaba encontrando el vértice, como si de una caracola se tratase dejando el rastro de humedad marcado en el mapa de su talle moreno. Apoyada sobre la luna. Emitió un susurro. Vaho intenso de su garganta adicta sobre la lámina helada. El goce escapaba de su fricción.
Ella engullía cada instante, miraba tras de sí para comprobar que él no había despertado. Empujó su dedo, me lanzó un beso dejándolo impreso. Atrevido, excitante, confuso.
Tu sábana se dividió en dos. Dibujó un recorrido hundido de tu cuerpo femenino y formas tentadoras.
Tomé mi albornoz, le indiqué que saliera al pasillo. La huella empapada quedó marcada. Se había ido.
Verla sobre sus tacones, al otro extremo del corredor, me excitó. Deshicimos la distancia hacia el otro. La madrugada nos cubría. Un encuentro en el reservado dormido de las veinte puertas cerradas. Al otro lado las audiencias descansan ciegas. A esté descubrimos la pasión oculta. Nacen mariposas diferentes, caricias de seda, entre los trigales maduros. Entregados hasta la más baja lujuria, cedida al otro. Negada, como el primer amor, como aquel ensayo torpe que nunca contamos. La sangre inolvidable que limpiasteis. Actores de un duelo desenfrenado, de un sudor sabroso. Fundimos la intención sin cambiar palabra, antes de regresar a enjugarnos hasta los respectivos baños de las habitaciones. Bastaron diez minutos para volver a las ventanas. Las sonrisas y los halos del sofoco, empaparon la transparencia. Clavamos dos números de teléfono.
Descarada, anota los dígitos. Delante de mi pasividad, deja caer de su refugio unas lágrimas ajenas y propias. Escurren hasta empapar el piso, brillan. Y mantiene las pupilas clavadas sobre mi silueta, sobre mi esperanza.
Unos segundos para una promesa eterna. De intimidades abiertas y metas por alcanzar, rotas, recompuestas. Al fin. Apenas un camino sin huellas en la arena. Adivinarse, verse, jugar. Mecer la gasa de un vestido blanco. Noches de hotel y vino en el paladar. Marcas de uñas en la piel y labios hinchados. Beber el fuego, desearlo, buscarlo, necesitarlo, compartirlo, alimentarlo, gozarlo. Tu entereza troceada sobre el suelo. La alfombra caliente tras los envites de efusión y carne de venas ardientes. Tu perfume en mis mejillas. En mi lengua su carmín. Entregarme por completo a cada una. Vacío del todo y ausente. Sin olas sin rumor, sin sabor salado. Todo lleno de nadas. Enjuagas y cepillas los restos para que el agua limpie todo, ella también. La luz de tu cielo es mi noche. Llena para ti, nueva para mí.
Entre tu cariño y su atrevimiento, entre tu bondad y su determinación, entre tu juventud y su experiencia, entre tu armonía y su descaro, atrapado entre...
Con una perfección capaz de crujir en tristes pedazos nuestras felicidades. Con un generador inagotable, dentro, que lleva mi vida sobre las láminas de Marte.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

6 de noviembre de 2015

DESDE EL FONDO DEL MAR

Abajo hay más barcos y mejores tesoros que en ninguna parte.
Los caracoles gigantes, de los fondos abisales, remolcan los restos naufragados hasta una garganta profunda con silueta de sirena.
Los oficiales del mar llevan la cuenta de todos los que se depositan y hacen inventario de sus riquezas.
Cuando te acercas al horizonte de sirena se empiezan a dibujar los mástiles de los buques más grandes. Son demasiados y la estampa impresiona.
Conforme avanzas es inimaginable tanta variedad de velámenes retorcidos por el trauma del naufragio.
El impacto nos dibuja una batalla medieval de combatientes 
muertos y lanzas clavadas en el suelo.
Todo estaba bien, hasta que, el viernes trajeron un pequeño velero.
Los protectores del mar habían estado la noche del "juergues" celebrando el día de las tormentas y cometieron el error que dio con todo al traste.
Por primera vez, a la par del barquito y apenas un pequeño collar de perlas, en el recuento figuraba... ¡Oh!...
No, no, no puede ser. No se puede contar. Está prohibido hablar del hecho.


(Solo lo podemos descubrir si quien nos escucha promete guardar el secreto y nos da un beso grande).


Con todas las velas le construyeron un palacio entre las corrientes del fondo. Los peces abisales iluminaron cada una de las estancias y dibujaron su figura con luces de colores.
Todas estas tareas provocaban un enfurecimiento enorme y una envidia atroz.


(Pero no me has dado el beso, no puedo contar más. Siempre devolvemos los besos. Y todos sonríen como tú ahora).


La reina estaba muy, muy, muy, enojada. Se acercó a ver todo aquello que los súbditos del rey estaban construyendo y porqué, y para qué, traían aire de la superficie del mar. Era un derroche innecesario.

Al verla, allí, tan bonita, delgada, atareada, peinando sus cabellos rubios, preguntó a un centinela porqué aquella criatura no era feliz en ese palacio.
El centinela se encogió de hombros y respondió:
- Mi reina, dicen que echa de menos a alguien de la isla grande. Allá, en la superficie.


(Y, ya no puedo contar más si no me das dos besos).


-¡Eh bichito! ¿Encontraste la caracola dentro del barco de nuez?- Blanca se distrajo en el camarote escuchando el rugido de las olas dentro de la caracola y no miró el tsunami que se acercaba por el horizonte. El barco zozobró y volcó dejando el casco cabeza abajo mientras que Blanca se golpeaba con una madera en la cabeza.
Los guardianes del fondo no se percataron de su presencia porque no había muerto. No resplandecía la luz de su alma a través de las paredes del compartimento. Atravesaron todo el fondo hasta dejar el cascaron atado cabeza abajo a un mástil de un galeón español, de veinte cañones por banda.
Las prisas son malas consejeras.
Tañor había prometido pagar una ronda justo cuando se fue a la cama, el día de las tormentas. Y todos se unieron a la pequeña octava de la celebración. Dejaron el barco amarrado con un vaivén a merced de las corrientes.
Mientras, Blanca recuperaba la consciencia y su llanto alertó a uno de los contables del tesoro.
Tañor tuvo que cargar con la culpa del desastre y lo degradaron a calafatear todos y cada uno de los cascos por el resto de la eternidad, hasta que alguien limpiara su mancha.
Hoy Blanca seguía llorando su desdicha y Tañor limpiaba el casco del pequeño velero de cascara de nuez. Al mirar por el ventanuco la encontró sollozando, pero preciosa. Quedó prendado de ella. Limpió tanto, que acabó dejándolo más nuevo que cuando lo botaron la primera vez. Pero ella seguía triste.
El pequeño calafatero se armó de coraje, cortó el amarre y rasgó el techo del palacio de velas blancas dejando escapar el cascaron entre las luces de los guardianes abisales. Justo elevándose hacia arriba, erecto, como un misil desenfrenado hasta que alcanzó la superficie. De un golpe seco, giró. Se alzó con el todo el velamen desplegado alcanzando la corriente de viento que le devolvía a su puerto.
Ahora el calafatero se quedaba triste al alejarse a Blanca, secándose sus lágrimas, camino de la bocana del puerto que aquel faro inquieto le mostraba con claridad.


(Chisssss, se ha dormido, chisssssss. Silencio. Creo que ya sabe el final del cuento.)
¡Adiossss!


JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

27 de octubre de 2015

PARA TU CARA, AGÜITA CLARA

Vivir un cambio. ¡Aprovecharlo! Alimentarlo en las necesidades ocultas que tenga y alimentarnos de su sabia de madera noble. No hay oportunidades a cada instante.
Nuestras dudas, son nuestras. Un virus difícil de eliminar. Juega con nosotros, desaparece, pero se alimenta de errores desapercibidos del entorno cotidiano y reaparecerá más veces. Habrá que estar pendiente. Irnos fortaleciendo poco a poco. No quebrar el hechizo.
Me quieres. Me abrasa tu cariño y tu amor tan fuerte. Lo he notado tantas veces. Inunda.
Desde nuestras eternidades, tan diferentes, hemos bailado con nuestros sentimientos acompasados. Pierna contra pierna haciéndolas una, al fundirlas en cada paso. Sintiendo el empuje que traspasa la piel hasta la sensación más prohibida. Bebiendo el roce de tu enagua cuando explota dentro de mis venas.
Tantos recuerdos, tantos relatos, traídos desde la intimidad de nuestras fantasías para convertirlos en deseos y placeres satisfechos. En goces inconfesables, inconfesados, propios. He sentido cuando sudas y me lo muestras en tu respuesta transparente, sincera y cálida. Me hace rugir.
Me levanto soñándote. Ahora, empujo la luna llena para que se pose, sobre el abrazo de tus sábanas a tu cuerpo desnudo. Para que regrese y me lo cuente. Hago un pacto con ella para saborearte.
En tu desayuno tienes lectura. El día, fuera, en estos prados sembrados de flores, pinta colores irrepetibles. Lúcete con frescura y saca tu mejor sonrisa.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

TU CAMAROTE

La soledad hace el tiempo eterno. Batirnos en la pereza, en el olvido, en la tristeza, en la ausencia de placeres o ilusión, mutila las ganas de vivir, nos encierra.
- Ve de crucero. Me aconsejaron.
Huyendo del bullicio de aquellos pasajeros, despidiéndose, me alejé a la cubierta solitaria de babor. Un piso más abajo, tú hacías lo mismo y respirabas profundo atrapando el sabor mágico que tiene el mar. Desde arriba, observaba tu vestido balanceado por la brisa y tu escote. Protegida por tu soledad, solo prestabas atención a otros buques en la lejanía, a tus pensamientos, a tus añoranzas.
Te encontré muy guapa, vencí mi timidez y bajé a incomodarte.
Mi intención solo era mirar tus curvas. La tela que elegiste resaltaba tu figura y las cubrían de caricias. El instante más hipnótico de aquél viaje. El sol te desnudaba atrapando mis sentidos. Desde cerca la impresión fue magnifica, su caída realzaba tus movimientos.
Me acerqué con descaro y me apoyé muy cerca de ti.
- No encontraremos ningún lugar que borre de nuestra memoria el motivo de nuestro viaje.
Me miraste, callaste, pero mantuviste la mirada y la posición. Y te acompañé en silencio respirando tu perfume francés, mientras los motores nos empujaban lejos de la bocana del puerto.
- Feliz viaje. Te dije, al alejarme en busca de mi camarote. Solo sonreíste. Vi reflejado en la puerta de cristal como volvías la cabeza mientras me alejaba de ti.
Fue fácil encontrarte, bailar contigo, cenar juntos, pasear, escucharte pero no tanto despedirme.
- ¡Tengo Hambre!
- Hambre no se dice, esa palabra dibuja mucha tristeza.
- ¿Entonces... que tengo?, "apetito" no es una palabra que se use en mi tierra y ganas... tengo de muchas cosas, ¡de ti!
Anda, ¡seca tu lágrima!

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

15 de octubre de 2015

ESCALADA

Despertar para olvidar. Encerrada en sinsentidos y desequilibrios de realidades múltiples. Mecida en las dudas, una tras otra. Llorar la espera. Consumirme. Arroparme entre lágrimas de duelo. Levantarme desde el dolor más crudo para cuadrar una realidad caprichosa. Celos, mentiras, traiciones y heridas de aceros afilados, fríos.
¡Basta!
Sus guerras no atendían reglas. Apenas capeaba el temporal, entre sollozos y alegrías invasoras. Cansada hasta el agotamiento enfermizo. Dejé pasar el fuego que buscaba prenderme con maldad premeditada. Siempre se extingue su fuerza envuelto por los ríos de lágrimas que lo sofocan. Frente a cada retrato aprendo a aceptar los defectos de cada cual, los propios. El dragón, amnésico, no supo aprender. Fantasías de una realidad por ensombrecer. Me revelo. No deseo acercarme más a mis simas. No es mi destino. Di oportunidad y decido que no está a la altura.
Rompo.
La lluvia que ahora cae, es como tú, como nosotros. Trae equipaje lleno de esperanza. Tus ojos, tus lágrimas y esta luz nublada preciosa. Todos somos muy frágiles. Somos puro vacío. Apenas materias por rellenarme, lo sé. Somos insignificantes, puede. Pero, siguen a mi lado los que siempre están, desbordan bondad que merece la pena.
Es hora de ser yo misma. Quebrar mi bola de cristal. Saltar por encima de problemas y mirar de otra manera. Dices que valgo. Aún no lo he creído. Subiré a tu balcón dispuesta, lo haré. Consciente de tu alegría cada vez que te busco. Madurar mi indecisión, a tu lado. Beber experiencia para coger ese temple que no acabo de creer. Valorar. Creer. Encontrar los ojos bonitos que me sepan mirar. Tener ilusión y no perderla. Insuflo aire y a por el próximo toro. A puerta gayola. De la mano tenaz reparo mi hechizo. Empujo mi sueño. Mantengo mi vida sencilla, femenina y coqueta. Ojalá me viera con tus ojos y me quisiera más. Ojalá germine mi empeño en una pasión perfecta que rebose felicidad para todos.
Arranco fuerte. No escribo cartas a Belén. Quemo las velas para tener lo que quiero. La eternidad donde sentirme mujer completa. Un hueco para plantar un rosal, regarlo, cuidarlo.
Conseguir más alegría y plenitud. Mantener dignidad a la par de los demás. Un rincón donde vivir apreciada, valorada, querida, correspondida, amada. Donde pensar sea emocionante, donde escribirte poemas con mi piel. Liberar todo el amor asfixiado. Ser seducida. Emborracharme de felicidad acompañada, de sencillez, de paz. Solo, amarte.
Cada mañana abro mi ventana, de par en par, para que entre el sol y vista mi cuerpo.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

11 de octubre de 2015

MI HUCHA DE EMOCIONES


CON:

CARMEN DE MICHELENA


ELVIRA LINDO


ESPIDO FREIRE


MARIA IGLESIAS


BALTASAR GARZÓN


JUAN CARLOS MESTRE


PEPA MERLO


ANTONIO NAVARRO BARRIGA


SARA GOMEZ Y ANGELES CASO


SANTIAGO YDÁÑEZ


MIS PINTURAS I  2010





SANTIAGO YDÁÑEZ - Mª ÁNGELES DÍAZ BARBADO
Estadísticas 2012



Estadísticas 2015

GRACIAS ;-)



Estadísticas 2020




UNA TARDE AGRADABLE

ILUSIÓN

Derrotado otra vez. Devorada la verdad. Entre vidas agotadas, de pensamiento nublado y pesadillas intermitentes. Mis nuevos ojos me traen a medir las sombras turbias que creímos ciertas. A las que apostamos nuestra felicidad para perderla. Empujado entre fanáticos de normas y creencias, busco el dios que me devuelva tu abrazo.
Arde este llanto seco que anida en mi alma, inmóvil por la tormenta de arena del desierto de la nada.
Si pudiera olvidar un instante porqué llora mi vida. Si mi pecho dejara de sangrar el tiempo suficiente para levantar las pestañas y encontrarte.
Me oculto entre estas tapias arboladas, aterrado como un niño perdido. Nadie, para decirte que aprendí a leer, solo por verte aparecer junto a la fuente, por refrescarme en tu piel... y arrodillado ante el frío de tu cruz, me pregunto por qué esperé tanto por alcanzar el cielo, si bastaba con coger tu mano.
Nada que enseñar. Aprenderte tampoco. Bebo mi sed de ti. Sabor en los labios de los vaivenes del vestido que marca y prolonga tu cuerpo. Soplo el viento al trazar los remolinos que ciñen la falda a tus piernas. Vivo ocioso, ajustado a tu bullicio, a tus gestos, a tu deseo, a tus dudas, a tus amarguras, a tu miel. Vine de paso y caí en la jaula de tu mirada, tu sonrisa, tu escarceo al doblar la esquina. Me miraste.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

22 de septiembre de 2015

NO ME LLAMO "JUAN"

No tengo nombre compuesto.
Mi firma es mi nombre completo.
¡Aclarado!

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

14 de septiembre de 2015

GUIÑOS

Sigo atrapado por tu recuerdo, enredado entre un estropajo de espinas no encontradas, contando las canicas de mi bolsa. Las que dejaste. Puliendo sus brillos.
Cegado por un dolor ilocalizable, inexistente pero real. Sin aprender a levantar los ojos por encima de los horizontes. Sin ganas de reconstruirme, de saltar al otro lado de mi amada ciénaga. Batiéndome en el orgullo de no remolcarme por ninguna amarra o cabo que desea mi rescate. Solo, entre la muchedumbre.
En tus ausencias te faltamos y lo sabemos. En las mías tampoco estás. Por encontrar queda, esa pizca de felicidad al atardecer mientras se enciende la candela del farol de tu calle.
Cargas de dudas mi vida y no resisto los días tan duros. A este espejo no le caben más vahos sufridos o rímeles corridos. Tu llanto fingido, inunda estancias ajenas y me trastorna. El vestido calado con tu sollozo, se seca al relente de mis noches vacías. Prometiste una larga espera y te bates en retirada al instante.
En el cajón están los colores que izaste. De piel, de ojos, de carmín. Oyen tu canción sin bailar. Cerca del reflejo donde pesaste la generosidad de tu piel, la que guardas, la que entregas. Te soy fácil, regresas. Llamas a mi puerta abierta y la traspasas bajo mi mirada y mi silencio. Rasgas mi seda, como mantequilla entre tus dientes sedientos. Tus labios untan los míos con sabor a melocotón y tintes de fuego. Cómplice de tus deseos me exprimes para beberme, para saciarte. Miro al cielo de nuestra alcoba y me elevo entre alturas de vértigo. Abandono mi miedo, mi terror. Soy tu presa, apenas pagado por un roce de plumas falsas sobre mi desnudo frío. Me desgarras al límite de la herida. Enrojeces los altares de mi cuerpo tatuando las huellas que me delatan. Me marcas. Tu gemido descarado nos descubre. Lo consiento. Me gusta. Te oculto. Condenado por la suavidad de tu piel mientras solo juegas, cuando gustas, con la mía. Me abandonas roto, otra vez, la última. Quizá no vuelvas una de estas noches. Saltas el umbral dejando otra sonrisa a este lecho de sábanas revueltas. No quiero promesas rotas, ni por romper. ¡Cierra!
No es olvido, cuando giras para retomarte o para apretar mi mano sin mirar donde posas el tacón de tu zapato.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

5 de septiembre de 2015

ROCE AL CORAZÓN

Fuerte como el acero. ¡Hoy no!
Confundido, oculto, camuflado, como un antílope dentro de la manada. He volado transparente, etéreo, flexible, a tu lado sin descubrirme. Fusionado con tu perfume, con las partículas de tu calidez nerviosa, intranquila, expectante.
Turno para sentirme aire invisible en mis cielos, alejado del cristal de mis rutinas. Mecido por bandadas de estorninos mientras dibujan nublos de tormenta en el azul de la tarde. Atravesado por bolas de fuego de la cola de un viejo cometa. Bañado por la humedad de la lluvia bajo unas nubes iluminadas de blanco, organzas de novia radiante. En el horizonte de tu escote.
Toca dejarse arrastrar, sumergirse sin oponer resistencia. Quizá desaparecer un instante para jugar empujando tu pelo sin permiso y reír mi descaro. Cerrar los ojos llevado por la rosa de los vientos, caricia de ese suave infinito que tú sabes alcanzar. Inescrutables ambos, mi corazón y tú. Todo el tiempo pesando sus sinrazones. En vano.
Intento saber cuánto, cómo y a quién quiere. Dudas por una avaricia que me lleva a hacer acopio de felicidades vengan de donde vengan.
De nada sirve el esfuerzo. Tampoco adivinar o medir si nos corresponden, ni en qué grado lo somos. Las pasiones son complejas y sencillas. Se columpian entre vivirlas hinchándolas a nuestro acomodo o distraer la mirada mientras se alejan infructuosas, decepcionadas.
Se trastorna y rompe todo cuando cruzas por su lado, aceleras su ritmo y no consigo repararlo.
No sentir, no recordar, no pensar, solo respirar felicidad.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

27 de agosto de 2015

PARTIR

Las mismas palabras otra vez, junto a esta pobre chimenea. Si no te quedas, sacia tu hambre y sal zumbando. Quién comió tu carne que cuide tus huesos.
Sin tus vaivenes, sin tu sensibilidad, sin tu elasticidad, sin tus pasos, sin tu contoneo, sin tus sentimientos, sin tus promesas, sin tus letras, sin tu arrullo, incompleto sin ti. Olvido regresar, cabalgar en tu regazo, soñarlo, respirar hondo esa sensación de protección compartida, el tuyo, el mío. Me impongo no mirarte fijo, para evitar hacerme de tu tierra y hacer extraña la propia. Arrastro el tintineo de este martillo contra el yunque dentro de la cabeza, volver, siempre volver. Nunca a reconstruir miserias. Retorno a edificar palacios propios y esconder la vida esclava bajo el disfraz de poder. Exprimo las fuerzas para atesorar, repletas, las alforjas. Quizá tarde, siempre tarde. Las auroras que guardaba no tienen su calidez, ni su complicidad. Los pilares de nuestra añoranza se marcharon en mi ausencia, en su ausencia y los que abrazo olvidan como eran. Las aguas en las que nos bañábamos corrieron mar adentro. Hedor de aire nuevo alejado de su frescura. Esta falsa eterna que jamás cambia.
Y no muestro mis penas a tu rechazo, al pensar que sufres mi ausencia. Me las trago solo. Me acomodo sin desprecio. Apenas elijo donde exhalar el abandono de mi cuerpo. Sin más.
Clavo los ojos en los que dejo atrás, por si no regreso a verlos. Bajo mi sonrisa fingida. Como tantas veces, ofrezco mi cuerpo a la caricia de tu recuerdo y lloro pa´ dentro.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

8 de julio de 2015

¡GAFOTAS!

Bebed las lágrimas pisoteadas tras la victoria. Henchid el alma por encima de la nobleza y hundid en el fango la cabeza del compañero o el desconocido que nunca supo nadar y apenas consigue llegar a un soplo de aire oxigenado mezclado con la porquería que flota junto a sus labios. Todo porque somos los supervivientes de este cenagal. Los mejores. Bendita humanidad que educa en sobresalir a costa de los más sagrados principios. Hace tiempo que podemos vivir sin depender de ninguna otra especie. Someter todas y cada una de las vidas en el provecho de cualquier pecado capital que nos haga sentirnos perfectos.
Nos equivocamos. A cada paso con zapatos limpios nos acercamos más a un camino sin tierra bajo nuestros pies.
Echo de menos la viveza de los cachorros de animales que me forjaron. Me faltan en la educación que trasmito. Me faltan en la verdad que me refuerzan. Ellos no insultan.
Malditas palabras usadas para resaltar defectos. Desafortunadas sentencias que, en boca de los hijos de nuestros colegios, ejecutan la inocencia en su raíz más sagrada. Cargar las espaldas de una niña para obtener una carcajada que nos permite ser aceptados en la manada, olvidar el complejo de no ser nada. Sin mirar atrás, ni hacernos responsables de las consecuencias de nuestros actos. Culpables de encajonarla en una pequeña sepultura.
La presionaron tanto que dejó sus gafas en un cajón para aprender a bailar sobre cuchillos con los ojos cerrados y hacer pensar a su familia y a todo el mundo que podía ver luz al otro lado de los muros de la vergüenza y sobrevivir al maltrato de la inferioridad. Bajó escaleras sin ver los peldaños. Lo he intentado unos minutos para impregnarme de esa sensación, la de ella. Sin darse cuenta, alcanzó a perfeccionar sus sentidos, sin darse cuenta. Pudo flotar en el aire y jugar a llegar al otro lado del acantilado sin que nada la sostenga.
Conquista su capacidad de soportar el miedo que generan las consecuencias de la incertidumbre que produce su decisión. Su firmeza.
Seduce la suavidad de coger la miel del mismo abdomen de la abeja obrera y mirar como la colmena queda embelesada de su alegría.
La operación de su miopía es un éxito. Ahora los colores entran y salen limpios de sus retinas. El verde de los uniformes purifica sus pupilas. El compromiso de estos médicos, quienes alcanzan las metas rodeando las pestilencias, la compensan con generosidad. A veces se para frente a su espejo y llora el reflejo de su sonrisa. Se ha perdido verse madurar en su piel preciosa, en sus gestos femeninos, en la belleza de la plenitud, en los recuerdos que apenas puede recuperar del álbum de fotos familiar. La felicidad inunda de libertad su futuro. El que ayer le robamos. Se lo debemos.
Nos cuenta sonriendo como el carbón encendido que aprendía a sortear se apaga y transforma en pequeños terrones de azúcar.
Mientras, derrotado, duermo al abrigo de sus relatos y me hipnotiza su mirada. Ahora, ella ve.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

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Tu niñez son añicos de un plato de café. Metías la nariz entre la ropa al bañar a tu hermana pequeña. Reforzabas el olor a jabón, talco, colonia y perfumes varios. Así, encontrabas los puentes a tus pasados imposibles olvidados. En ese tiempo que, para vestirte necesitabas unas chanclas, unos pendientes de bola, el coletero rosa y tus braguitas blancas de algodón. El patio era tu mundo seguro y perfecto. La alfombra mágica era el balanceo de la comba anudada y bastaba cerrar los ojos para viajar muy lejos. Arde el techo del coche y aparco entre la sombra del árbol enfermo y cansado de tragar los escapes de tanto motor. Pasean sus cuerpos, en provocativo desnudo, desde el final de la acera hasta los contenedores de vidrio tres muchachas. Me entristezco. La mujer de blanco es demasiado niña, no pasa de sus veinte. Limpia el sudor metiendo su mano entre la prisión del sujetador y su piel tan profanada y recoloca sus pechos realzando su convexidad. Paciente se empina sobre unos tacones imposibles.
Es duro calzarlos para sentirnos dentro de su piel. Para saborear sus dulzuras que son pocas y escupir la acidez avinagrada de la sumisión que le impone un amo sin moral.
Rescato su fragilidad y su extraordinaria belleza para recrear su vida en un oasis ficticio donde su orgullo es libre y feliz. Donde los brazos que la sostienen son los que sueña y ansía.
Apenas era una pequeña que bailaba el vuelo de su falda para sentirse princesa. Escondida tras el baúl abierto. Las gasas de su madre resbalaban la caricia que le descubría destellos de colores sobre el placer de su cuerpo impoluto.
Ella se ampara en la idea de escapar de estas justas indeseadas y tú sueñas con un perfecto choque brutal de pesados trenes que siempre queda en roce de bicicletas.
La indecisión te encierra. Cuando, los números que guardaste son la libertad de tu prisión.


JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

OJOS COMO LOS TUYOS


Mi reposo era un agujero callado, disfrazado de normalidad. Parecías lastimada. Sostenida por el temple de tu carácter, por el empuje de la responsabilidad que sostienes. Me saludaste con confianza transparente. 

Hablamos. Pude escucharte y entenderte. Me introduje en cada uno de los personajes de tu relato, sentirte. Ser la mujer dolida e inflexible, el hombre, el otro tipo de hombre, la mujer tierna y protectora, los hijos en unas circunstancias y los mismos hijos en las más extremas. Disfrutar palabras tan intimas que se hacían normales en nuestra presencia. Mirar tus labios y tus ojos con tu deseo de hacer posible tal confesión, de oír mi opinión externa. Compartir confidencias. Triste al sentir que quien te pierde yerra y se aleja de un gran persona. Todo cogido con alfileres. Una primera impresión nunca es suficiente. Arriesgados sin duda. Por un momento tu sueño se tiñó de un color bonito.

Borracho de sensaciones nuevas. Siempre calculador. No puedo arrebatarte más tiempo y trago las ganas que nos sobran de alargarlo. Necesitamos esos instantes y se hizo bien.
No se ha evaporado, no acaba cuando me giro y me alejo. Esta, realidad se te presenta muy dura. Es como tu fijeza dibuja preocupada, pero esperanzadora y fuerte. Te instalas entre el control, la prudencia y la necesidad de abrir las puertas para empaparte. Agarras el panal de miel que desterró la joven que has sido, la que sueñas rescatar para completarte. Y en secreto lo quieres dentro.
A hurtadillas he hurgado en tu baúl. He encontrado las imágenes que tus pupilas fotografiaban al mirarme. Allano con preocupación tu intimidad y revuelvo tus fotos que completan este mundo tuyo, tan nuevo para mí. Hubo más detalles y permanecen en privacidad limitada.


JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ.

TANGO

Haced lo contrario de lo que se espera. Templad los nervios y aguantad impasibles. El mal se reduce a la inexistencia. Esqueletos desaparecidos, disueltos en su simpleza. Abierto al otro lado de las dudas.
Labios frente a tu boca que saboreas a ojos cerrados.
Gozas lo sabroso del beso, que sabe a bombones, a boca llena, a helado, a pastel... A desenfreno de madrugada, a silencio que grita y enciende, a esperanza de saciarse, a sueño de tormenta que rompe la soledad. Que sabe a jugo de mujer a borbotones sangrando en sus esperanzas, a tierno temblor de cachorro atemorizado en la ilusión de ser salvado. Que sabe a tu perfume arañando los deseos de exponerse en completa desnudez, a grito de fiera dormida junto a sus crías y guardando celosa su tierna infancia.
Entender lo escrito y completarlo.
¿Con que sueño? ¿Con que sueñas tú?
Quizá un tango inacabado...
O una dama arrodillada para sentir más hondo, más eterno.
La fusión entre tu cuerpo y el mío, el contacto que elegimos, el que nos guardamos.
¿Seguimos bailando? ¿Con qué vestido? ¿Con que zapatos? ¿Con... qué pareja?
Es duro romper la burbuja que une o aleja y aguantar. Para alcanzar este nivel, hay que amar una eternidad hasta lograrlo. Y solo contigo.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

PARED DE CRISTAL

Cierra con intensos rojizos el atardecer para colorear estas vistas con pinceladas diferentes.
Entre la penumbra, que poco a poco se apaga, centellea el rocío de la mañana que aún empapa el ramaje de la ladera norte. Hace rato la luz del sol rompía el brillo intenso de las nubes y se bebía buena parte de ese jugo que parecía quemar el bosque.
Vuelca el manto oscuro de la noche el ruido de tu coche sobre la arena del pavimento. El péndulo del viejo reloj va despertando los callados sueños que nos hechizan.
La puerta cede contenta mientras adentra el olor de romeros, espliegos y resinas.
Nuestras sombras bailan el son de las chispas crujientes de esta leña en la chimenea. Te refrescas. Sostienes la blusa y tu sonrisa transparentes y tus pasos me acercan el abrazo estremecedor que reconforta y traspasa cada poro de mi piel.
En esta paz, tus besos encuentran los detalles que he preparado mientras idealizaba tu llegada. Alcanzamos el hielo agitado que cruje en nuestras copas. Al otro lado de las paredes de cristal la brisa retuerce las ramas de los viejos árboles. A este, se entrelaza nuestro deseo acomodándose sobre la alfombra delante del calor del fuego.
El silencio vacío impone respeto. Hago sonar una melodía relajante y pides que la calle para que no cambie la magia. Tus ojos trazan otros planes. Necesitas este estímulo del pequeño miedo para transformarlo en otra riqueza. Otro tipo de calor comienza a irrumpir desde mis huesos y despierta la imaginación. Inolvidable como la devoción a este buen vino con el que preparas nuestras copas.
A lo lejos, la quietud escucha romper el mar bajo el acantilado y se mezcla con nuestros latidos. La roca que sostiene la casa sobre la cima del montículo juega a balancearse, o no. Te alejas, atizas la candela y vuelves.
Tu soledad es mi compañía, la única, la que nos deja juntos, nadie más.
La hermosura induce a ensueños, nuevos y atrasados. A actualizarlos con coraje y ponerlos a secar al sol. Tendidos como las sábanas que la abuela lavaba con su propio jabón. El de aquel olor añorado, sentido, vivido, instalado, blanco. Es la necesidad, el deseo, la atracción, la lujuria desenfrenada, la sensualidad, la pasión y tú.
Sueños, con frescura, con descaro, con sabor, con calor, con ternura... quizá.
A sabiendas arrebatas la tranquilidad y armas la batería de un comando perezoso.
Atravieso un espejo roto de magia prohibida y encuentro rebosado tu altar íntimo de fantasías extremas. Te entregas. Con los ojos lavados, limpios de tristezas, sin disfraces y te tomo o eso me haces creer. Acompasados hasta el final sin delatarnos. Me legas tu niñez, a la que renuncias, la que no te sirve. Posas tu intención en las eternidades que ansías. Y reservas tus labios para enjugar mi firmeza. Zumba un extraño panal debajo de mi piel.
Estos arqueros brindan encantamientos de dioses mártires. Anclan grilletes al dolor de mis intentos. Y alcanzamos la libertad deseada a golpe de pesados remos. La felicidad perfecta, cuando secan las lágrimas que hacemos verter de vez en cuando.
Parad el tiempo. Empujad el frío más al norte y dejad brotar la primavera dentro de mi pequeña cabeza. Planchad impoluto este perfume, el de las dudas, el del amor.
Para regarlo, como solo ella sabe.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

NO PENSAR

Esta es otra cosecha. No paren fruto las ramas podadas. Un daño necesario para enraizarse en otra patria. Donde tender tienda y prender nueva candela. Tras este ocaso de nuestra estancia dentro de la ilusión. Queda sobre el suelo la leña que el corte cercena. Espera la llama que la arrase definitivamente. El incendio que transforme en polvareda inerte nuestros sentimientos, nuestros sueños, nuestros cuerpos.
Retornamos al amanecer cotidiano de responsabilizarnos de las ocupaciones que detuvimos. Cruje el tiempo que nos reservamos el uno al otro e inclinamos nuestro giro alineando otra ilusión que nos aporte más beneficio. Cabalgas en pos de nuevos momentos que te llenen y te completen. Agarrar el calor que no dispuse a tu necesidad. Te alejas a sabiendas de que el cristal roto jamás se repara. Y rasgas el lienzo del pasado, adrede, para alcanzar el tren que te lleve a otra parte. Sentado, mis ojos te siguen mientras se borra tu imagen. Sé que haces bien en cerrar esta maleta.
Fuerzo los remos y empujo contracorriente para evitar sentirme arrastrado. Busco mantenerme en el centro del cauce que tanta adrenalina me cede. Y reposo la alegría de satén que me supiste bordar con el hilo fino de tu canción de calma.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

CULPAS

Te equivocas, al pensar que tomas, sin pago alguno, la fruta silvestre de los besos de mis labios. Que me usas y me entrego sin condiciones. No es así, nunca lo es, por que también lo pienso de ti cuando te tengo cerca. No te doy nada. Tan solo te robo, como un vulgar carterista, la suavidad potente de tu caricia de seda. Cosecho, para alimentarme de la ternura fiel del brillo de tu mirada y te encandilo adrede. Bebo de tus lágrimas el néctar que me enjuaga el alma y soy dependiente de tu humedad para saciarme. Te busco, porque mis ojos se ciegan sin la luz de tu sonrisa eterna. Respirar es un trabajo rastrero si el viento no se impregna de tu perfume. Río mi traición cuando piensas que son desinteresados mis pasos en tu encuentro. Asumo que quiero cumplir condena en la mazmorra de tu dormitorio y lo haré feliz sabiendo que necesitas sentir lo mismo a cada instante del día o de la noche. Me has llevado, con dulzura, a aprender que no es hielo lo que me das al alejarte. Me malacostumbré a tenerte, tan pegada a mí que eres parte de mi cuerpo.
Y buscas saber por qué. No quiero responderte nada.
Ni decirte que me empapas cuando cedes tu intimidad para ducharte tranquila y dejas la puerta abierta por escuchar si lloran, si caen, pelean o hacen trastadas. Cuando corres sin conjuntar el color de tu ropa interior. Cuando no tienes tiempo de encontrar el otro pendiente y coges unos cualquiera para salir del paso. O llegas al cole tapando con el bolso la mancha de mermelada.
Ni porqué miro al sol de esta playa, sonriendo y pensando que tu sofoco tiene más encanto, tiene más valor.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ