28 de abril de 2010

HUELE A TI


Mi mirada se congela en la figura equilibrada que camina en mi dirección. Desde la soledad de este asiento, te descubro. Avanzas por el pasillo del autobús buscando tu sitio. Crees que lo ocupo yo. Sonrío sin aclararte tu equivocación. Mientras, acomodándote a la situación, tomas asiento junto a mí.
El motor acelera y partimos con el atardecer. Al otro lado de la ventanilla el horizonte hace un guiño. Los dioses lanzan un sinfín de caricias cromáticas que aturden mi conocimiento. La luz se desvanece para entrar en la frialdad de la penumbra. La tristeza de la oscuridad se tiñe de sombras marinas. Desde las tripas, un temblor empuja brioso y avanza hasta el vello de mi piel al contemplarlo. Las sensaciones se multiplican, renacen los amores, las ganas de vivir, de sentirse querido, de atrapar este sentimiento para poseerlo y compartirlo. Verte, oírte, sentirte, olerte, soñarte. Extraños momentos para un instante que no se detiene, que progresa, que no se deja atrapar, y no quiero pararlo.
No puedo ver el color de tus ojos, pero no se pierde la luz ni el brillo de tu mirada. O tal vez los grabó mi alma al dejar de pertenecerme.
Termina la canción de aquel paisaje. Los pájaros no sollozan, cantos de despedida, me amarga el sabor del silencio de cementerio dentro del autobús.
Se mantiene el recuerdo de la luz, de la calidez, de los tonos apagados. Mi pensamiento lo ocupa una verdad; nada muere con este atardecer, permanece esperando una vez más la salida del sol.
Una lágrima esquiando por tu mejilla llama mi atención. ¿Lloras cuando regresamos de nuestros infiernos para alcanzar la alegría de nuestros hogares? ¿Acaso esta noche de feria, de juerga inmensa no te complace? ¿Qué demonios hacen de ocupas en una mujer tan preciosa?
Soy un desconocido para ti y te sientas a mi lado para lucir tu llanto. El dolor debe de ser muy grande o la fiesta que se avecina no es la realidad que ansías.
La segunda lágrima me hace reaccionar. Sentado a tu lado estoy lejos de ti, de tu dolor, de tu alma, de tus sensaciones. Tan cerca pero tan distante…
Y la tercera... El descubrimiento de la verdad es tan triste como inesperado. Este viaje me trae de regreso a mi pequeño mundo. Tú, a mi lado, te estás alejando del amor.
En la parada de este recorrido, contemplo con alegría tu rostro que vence los recelos de la casualidad para enfrentarse a la realidad de mi existencia y regalarme un sueño.
Cae el telón de un tiempo consumido con sabor a brevedad.
Y este aire tan frío. Sólo fue otra puesta de sol.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

27 de abril de 2010

José Chinchilla, Sara Gómez, Ángeles Caso, Helen Galiano


SI UN ABRAZO


Si con un abrazo te bastara...
Si la habitación de los miedos no abriera su puerta…
Si pudiera subir la escalera del valor para alcanzar la seguridad que necesito...
Hasta la última fibra de mi cuerpo se agita cuando lo pienso y recibo una sensación de realidad.
Miro la lágrima que da brillo a tus ojos cuando me sonríes al hablarme. Permanezco hipnotizado. Me consientes todo, pienso. Quisiera creérmelo, más no me atrevo.
Si el miedo a hacerte daño desapareciera, sería bonito estrecharte entre mis brazos. Sentir la intensidad de ese momento en la agitación de tu cuerpo, o el mío. Enfrentarlos y compartirlo. Sólo eso, sin más, sin compromisos, sin promesas efímeras. Retomar la pureza de las sensaciones de la niñez.
Un abrazo. Darte un gran abrazo. Sentirte. Atrapar ese instante y guardarlo entre mis recuerdos más gratos.
Mi bola de cristal no predice solución alguna a mis dudas y siento cómo este abrazo se me queda dentro. Produce una sensación agridulce y me duele.
Necesito abrigarme con tu alma, pero sigo desnudo y sin ti.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

24 de abril de 2010

LA VOZ DE LA TORRE


Mi padre se hacía viejo. Los repartos eran cada vez más numerosos. Comencé a hacer yo parte de los encargos. Reparamos la carreta vieja. La pinté y enseñé a Negro, un potrillo joven e intranquilo, a tirar del enganche.
Al pasar junto a los muros de la fortaleza la oía cantar.
Los martes hacía otra ruta distinta. Pasaba con mi potro por el Camino Real en dirección a la hacienda de los marqueses. Saludé a una joven, Mercedes, entretenida con las flores silvestres de los frutales.
Hice parada en un caserón de intramuros de aquella ciudad y pregunté a una criada por aquella voz. Era de Rosario, una de las dos hijas de la condesa, que vivía en el torreón grande, el de la terraza más vistosa del palacio del recaudador. Nunca se sintió como las distinguidas damiselas de su clase, recluida en su burbuja, perdiéndose la sonrisa de las otras muchachas como Mercedes y otra manera de vivir la infancia.
Me fui acostumbrando a la compañía de aquellas canciones.
Negro se trasformó en un caballo fastuoso, arrastrándome mientras yo trataba de mirar la terraza del torreón.
Mi carreta se hizo inservible y encontré un trabajo que me alejó de aquella calzada y de aquel sueño llamado Rosario.
En la cantina de la calleja, hablaban de una de las hijas del recaudador que se había recluido en un convento enamorada de un soldado. El joven de uniforme, solía acercarse con carruaje impoluto y un precioso caballo. Pero una primavera dejó de pasar. Por esa ausencia ella lo creyó muerto en alguna batalla y entristeció. En su retiro, la joven seguía cantando. No se sintió encarcelada entre los muros del nuevo claustro, pues era la forma de vida que conoció.
La encontré. Estaba en el silencio de aquel monasterio del que hablaban en la cantina. Sólo quedaban en pie los restos del campanario junto al cementerio abandonado, en el que yacía una lápida de piedra rosada enorme, con su nombre y su fecha de defunción. Rosario no llegó a envejecer. Murió con cincuenta y ocho años y de esto habían pasado doscientos cuarenta y nueve.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

21 de abril de 2010

MIRADAS


Me siento tan feliz… Se cumple el más grande de mis sueños:
Después de verte, los mercaderes me pusieron en venta. Me moría de miedo e incertidumbre por no saber dónde iría a parar. Tal vez un gran señor me tomara a su servicio en su gran palacio donde podría disfrutar de una vida lujosa rodeada de riquezas. Por contra podría comprarme algún indeseable que rodeara mi vida de desprecio y suciedad. No me ilusionaba regresar a un mundo lleno de trastornos, otra vez no. Recordarlo me siega la esperanza. Ni la una, ni la otra sería la realidad que me esperaba.
Me ha tomado a su servicio un hombre bueno. Posee una cafetería bien decorada y muy acogedora. Allí los visitantes asiduos se sienten más cómodos que en su propio hogar. Llevo demasiado tiempo aquí. Todo tipo de gente posa sus manos y sus labios sobre mí. Algunos de esos clientes se me hacen muy pesados. Me recuerdan esos sueños que tanto me disgustan. Acaba dándome lástima la vida tan triste que soportan. Hay otros apuestos, jóvenes, elegantes, que enamorarían a cualquiera que se les pusiera delante, incluso a mí.
Fantasear contigo, al verte pasar, me hiere y me arrastra al llanto. Me había construido una ilusión para salvarme de mi realidad. Tú no has reparado en mi presencia. Hoy tengo esperanza.
Soy consciente de lo fácil que es acabar destrozada en incontables pedacitos como muchas de mis compañeras. He llegado a pensar que perduro porque soy un poco inmortal y esto me permite esperarte. Sé que sólo es una fantasía, pero me hace un poco más fuerte. Alguna noche mis anhelos se tornan en una pesadilla que me aterroriza trayéndome de la mano mi propia muerte. Algunas son más nuevas que yo. Aquí cambian constantemente pues su fragilidad no soporta tanto ajetreo.
Mis ojos se han clavado en tu figura cuando has abierto la puerta del salón. Lanzo gritos a mi silencio para que el destino o el azar me pongan a tu alcance. No sé si seré la elegida. Me han colocado delante de ti y he temblado, y reído. Me ha recorrido un escalofrío cuando sobre mí el reflejo de tus ojos se agigantaba a la par que te ibas acercando. Tu mano se ha alzado para rodearme, como un capricho que me concedían los dioses. Y tus labios se han posado sobre mí haciéndome perder la cuenta de las veces que su calor me ha alcanzado derrotando ese frío que me recorre. Tu nariz se inunda de este aroma que ya es nuestro. Y al fin, sacias tu sed conmigo. Mi sueño es real, me hace olvidar todo. La realidad se trasporta a esta esencia perfecta. No quiero que este tiempo pase. Dejo permanecer este instante en la eternidad. Deseo que todo el mundo sepa de mi dicha, que mi emoción quede proclamada en el infinito. Sí, tengo sentido. Merecida espera que me llena tanto. Sé que un hombre como tú vale la pena.
Que todos sepan lo que siento y lo que soy, tan solo una copa de vidrio frío, enamorada de tus besos, al que un hechizo le ha prestado el alma. Vuelve pronto amor mío.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

12 de abril de 2010

DEJA TUS LÁGRIMAS


Deja tus lágrimas que a nada conducen. Verte sufrir me hace sentir culpable de elegirte en mi vida.
No di mi consentimiento para este extraño viaje que nadie comprende. El seco giro del destino me hizo perderos y me arrancó de vuestro lado.
Al instante las paredes de la habitación vacía se tornaron transparentes haciéndome creer que algún hechizo me protegía del frío tras una cortina de cristal. Al traspasarlas comprendí que este mundo era otro, distinto. El frío se tornó templanza. La belleza nítida de la ladera colorida, aparte de cautivarme, había alterado los estados de ánimo de todos. Poco a poco los miedos se desvanecen y esta serenidad...
Esta noria de sucesos es incontrolable. No soy capaz de sentirme yo mismo dentro de este vaivén de sensaciones. Este tiempo me ha cambiado. No distingo. Es un recuerdo, una pesadilla o un sueño, qué se yo. Ahora siento que la rareza de la situación echa raíces, me empapa, convirtiéndose en mi identidad. El campo huele a ti, a tu esencia, aquella cuando en mi adolescencia tu desnudez me turbaba. Tu perfume me sigue. Quererte es fácil, pero, no entiendo nada.
Me hallo en un estado donde puedo participar de los que quiero sin influirles. Lo encontrado no se parece a aquello que en un principio imaginaba. No es el sitio. No de color azul. La generosidad del sol me regala un raudal de luz y calor que hacen muy agradable este momento. Las distancias no existen. Se asemejan a las burbujas de una copa de un buen champagne, cada burbuja es un mundo ilimitado y colorido. El reloj ha perdido su sentido. Puedo caminar desde la adolescencia a la niñez, de la pubertad a la universidad y regresar a nuestra boda pasando por la sala de espera de la maternidad y ver nacer nuestro primer retoño, o momentos antes, o después, de nuestro primer beso, o cuando nos cogimos de la mano la primera vez. Revivir aquel paseo que la lluvia interrumpía y nos hizo guarecernos abrazados para vencer juntos al frío. Cualquier sueño puedo experimentarlo, tocarlo, sentirlo hecho realidad y ver los resultados. Dime tú dónde estoy. Siempre tu lucidez fue mayor que la mía y siempre la necesité. Es esta una vida ficticia que un director de cine creó para mí, quizá.
Soporto mi soledad mirando desde tus ojos y me siento mal cuando tus lágrimas los inundan. Quererme no debe causarte dolor. Me gustaría, que pensar en mí sembrara una sonrisa en tu rostro, que recordarme te diera fuerzas para este juego con el discurrir de la vida que emprendimos juntos. Quisiera anular mi ausencia y proyectar mi fuerza en tu cuerpo, en tu vitalidad.
Jamás me hiciste sentir una de tus propiedades y no entiendo por qué pensaste que me perdías. Se pierden las cosas, no una pasión que nos pertenece, nunca el cariño que sientes hacia mí, nunca este amor que me crece dentro. 
Esta libertad nace a tu lado. Me atrapa con tanta fuerza que soy incapaz de desprenderme de tu nostalgia y te busco en todo momento. Qué sin sentido, libertad que encadena. Alcancé mi deseo de tenerte y ese recuerdo me sostiene en este duro alejamiento que se nos impone. Sí, entenderte es fácil, pero no lo es comprenderme a mí mismo. No debería sentirme como una extensión tuya. Tú me enseñaste a mostrarme real, sin necesidad de enmascararme.
Podemos seguir disfrutándonos en esta distancia, si quieres.
Son hermosos los sentimientos que me transmites a cada instante. No llores por tenerlos.
Quiero sentirme libre, poder ver alegría en quienes me eligieron. Quiero inundarme de tu felicidad, ser el recuerdo alegre de quienes me quieren y sigo queriendo.
No necesitas mi consentimiento para amar o enamorarte de nuevo. Soy feliz cuando tú lo eres. Disfruto al contemplarte desde mi ausencia si la felicidad te acaricia.
Cada meta que alcanzas, es mi meta. Cada sueño que logras, es mi sueño. Cada persona que amas, la amo también a tu lado.
Sonríe cuando pienses en mí. Escogí bailar con tu mirada.
Te quiero.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ